La piel de una puta se habita entre juicios y prejuicios.
Entre ideales heredados y verdades propias.
La libertad tiene alas pesadas.
Heridas pasadas.

Podría hablar de lo que callo…
aquello que he enterrado.

Del proceso de creación de una identidad libre,
desvergonzada, desapegada.

Podría hablar de esa libertad
que desde la infancia gritaba,
tras los cerrojos de una identidad
presionada a ser,
sin ser.

Podría hablar de los intentos
de teñirme de un matiz ajeno,
donde las sombras opacaban mis luces;
solo por pertenecer
a aquello que no habitaba en mi piel.

Podría hablar, y hablo.
Podría callar, podrían callarme.

Supe callar,
supe ocultar,
ocultarme,
supe morirme.

Supe aprender a no callar,
supe aprender a decir.
Supe valorar mi verdad,
supe abrazar mi alma.

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